Victor Dengra, de toro corazón:

En el año de 1990 los acontecimientos fueron sucediendo en una serie de cambios que dieron forma a la sociedad de nuestros días. Países como Alemania se reunificaban, otros, como Yugoslavia, se desintegraban. Margaret Tatcher dimitía como primera ministra y al sur del globo un hombre llamado Nelson Mandela era liberado de su cautiverio en la Isla Robben. Historias del mundo que no significarían nada si no hubieran sido contadas, si no fuera por su legado y veracidad de quienes las vivieron. 

En ese mismo verano del noventa, en la localidad de el Toro en Calvía, una veintena de jóvenes se entrenaban sobre un campo de marés picado, bajo la luz de los focos de sus propios coches y la atenta mirada de su entrenador, el Sr. Michel Rodier. Ni siquiera ellos sabían hasta donde llegarían sus pasos, podrían haberse perdido entre los esfuerzos del mundo, pero las palabras se forjaron en disciplina, pasión y cariño en un escudo arlequinado blanco y negro. Hoy su historia nos viste, nos enseña y observa desde muy cerca, su nombre es muchos nombres, pero entre ellos uno se alza, Victor Dengra.

De la mano de Victor podemos valorar el presente del Toro Rugby Club. En sus palabras se aprecia el cariño hacía una vida dedicada al deporte, aunque reitera que nada hubiera sido posible sin la ayuda de la fiel camaradería que puso luz a los comienzos de nuestro club, personas como Agustí Grimalt, quien además de diseñar nuestro escudo puso los primeros focos al campo que ante los infortunios de las circunstancias pasaba a ser iluminado por los faros de los coches de todos y cada uno de los que formaban ese equipo, pese a que en palabras de Victor, se reconocen como familia.

Una familia de la que dice «le encantaba el deporte, aunque no supiéramos mucho de rugby, para ellos era un orgullo jugar a este deporte que más que minoritario era exclusivo». Y es que no era excluyente para nadie, sino que las dificultades para llevarlo a cabo en una isla sin tradición por tal disciplina requería tremendas dosis de esfuerzo y cariño, sobre todo de cariño humano hacía el valor de las pequeñas cosas de las que están formadas las historias. 

A diferencia de nuestros días, Victor nos cuenta cómo se arremolinaban alrededor de un televisor que debía ocupar lo mismo que un pilier en la casa del Sr. Rodiere para poder ver los partidos de rugby a través de la antena parabólica, como aprovechaban sus escapadas a Barcelona para comprar las camisetas de la selecciones que veían practicar su deporte a cientos de kilómetros de allí, sin embargo, al enfundarse la gruesa tela de Umbro, esa misma pasión y sentimiento volaba desde todos los rincones donde se hubiera cosido un oval, tomando forma y juego en un pequeño campo de una remota isla del Mediterraneo. 

Diría que este grupo de personas eran unos visionarios pero no, simplemente disfrutaban de la compañía entre ellos en torno a las directrices de su entrenador, que más tarde sentaría las bases de lo que hoy es nuestra escuela de categorías inferiores y nuestro club. 

Esta “Alma Mater”, como lo llama Victor con la voz entrecortada de un jugador que recuerda a su entrenador, lo sentó a él y a su compañero Miquel Ramís para ensamblar el proyecto de crear una escuela de rugby capaz de mostrar a los más pequeños el valor de este deporte. En el 93 se formaron los primeros entrenadores y ya en el 97 empezaron su andadura por las diferentes escuelas de Calvía. 

¿ Quién no debe a estos días su descubrimiento del rugby? ¿ Quién no ha sido alentado por otros, que llevando la inspiración de estos días, nos han abierto las puertas del club? ¿Quien no siente en su camiseta el calor de aquel grupo de amigos que se hacían llamar familia, la familia del toro?

En el año 2000 la escuela empezaba a tomar forma con pequeños jugadores como los hermanos Demangeat a los que más tarde se unieron jugadores que todavía a día de hoy defienden nuestros colores entre placajes y carreras como lo son Bernat Millet o Alberto Oñate. 

En 2010 se inauguraba de forma oficial la escuela del Toro Rugby Club sellando un camino largo y dulce en el que vimos al rugby crecer y transformarse. Y es que  este deporte ha cambiado mucho en los último años, atrás queda la incógnita de entrar a un ruck sin saber cómo se iba a salir o las consignas y triquiñuelas de antiguas meles, pero si algo se mantiene de aquellos días son los primeros actos e iniciativas de amor hacía este deporte, los ecos que alentaban la resistencia ante las embestidas del rival rubrican todavía entre el ánimo de sus jugadores, la entereza y amistad de formar parte de esta familia se practican en cada partido y entrenamiento, ni un ápice de devoción y entrega se ha perdido desde aquel Julio de los 90″. 

Mientras el oval vuela entre los pases de las victorias y las derrotas, una mirada nos observa, una mirada complaciente y serena por el descubrimiento de que todo mereció la pena. Él lleva todo su corazón para el toro, siendo el entrenador e inspiración de tantos, su nombre es Victor Dengra y su mirada nos guía llevando consigo la pasión de su entrenador, de sus amigos y del sueño de aquellos jóvenes hecho realidad, un club de rugby para todos.

Jaime Covas
@el.periplo.de.jaime